El fuego se simbolizaba en el Sol con su carro tirado por cuatro caballos fulgentes que guiaba la mano experta de Melkarth. Y eran adorados casi todos los planetas. La Luna o Astarté. Venus, la luz divina, Astoret-Naama. Júpiter, la estrella de Baal (Baal Cocab). Marte, el fuerte, el terrible, Asia. Mercurio, el pérfido, Mokim.
Por otras tradiciones de no tan legítima procedencia como la anterior se señalan algunas divinidades fenicias muy relacionadas con otras griegas, romanas y egipcias.
Así, Thaut es a los fenicios lo que Toth a los egipcios, el dios legislador, el inventor de la escritura, de las ciencias y de las artes. Los griegos le designaban con el nombre de Cronos, y los romanos con el de Saturno. Kusor era, el fuego que se comunicaba a los seres inanimados para darles vida y para imprimirles movimiento. De él y de Agd (la materia primordial) hacen nacer otros mitólogos a Elan y a Protógenos.
Astarté, deidad tutelar de Tiro, virgen celeste de Cartago, diosa del amor, fue asimilada, a Hera, a Afrodita y a Venus; Actoret y Astaroth fue llamada en otras colonias fenicias mediterráneas, como Malta, Cartago y Cádiz. La primera representación que de ella se hizo fue una piedra cónica; después diosa lunar, lleva a este astro por corona y por peana, y su cuerpo, apenas desbastado, tiene varios pechos, como la Artemisa de Éfeso
. En ciertas comarcas fenicias era equiparada con Anohid, deidad de la Naturaleza. A Esmún se le comparaba con Esculapio; representaba el calor celeste, causa de la conservación de la vida. Esmún, endeble, insensible para el amor, suscitó una pasión inmensa en la diosa Astronoe, renovándose en sus amores la trágica fábula de Cibeles y Atys. Esmún, para resistirse a la diosa, se mutiló con sus propias manos. Astronoé le concedió la inmortalidad y le renovó el fuego conservador.
Melkarth puede ser el Poseidón fenicio, como dios de los navegantes y de los mares propicios. Pero el Melkarth tirio reúne los caracteres de Hércules y de Mercurio; es fuerza y sabiduría, guerrero y comerciante. fue celebérrimo el templo de Melkarth en Cádiz, cuyas grandezas intactas aún admiró Aníbal.
Moloch
Pero entre todos los dioses fenicios ninguno tuvo más adoradores ni más templos que Moloch, dios de los ammoneos, a quien se identificaba con Baal.
Deidad maléfica, cuya estatua se levantaba en todos los puertos a los que alcanzaba la influencia fenicia. Se le inmolaban víctimas humanas durante ceremonias espantosas por sus aullidos y por sus livideces.
Por el mismo Plutarco se sabe que los fenicios sacrificaban sus propios hijos a un dios que Plutarco llama Saturno, y que no era otro que el terrible e insaciable Moloch.
Todavía a Aníbal le fue reclamado su hijo para ofrecerlo a la sanguinaria deidad. El famoso héroe contestó, a escribir de Silio Itálico, que enviaría romanos, cuya inmolación sería más agradable al dios.
Todas las representaciones de Moloch eran espantosas, de un arte bárbaro y primitivo, generalmente en bronce y huecas, para que su interior pudiera ser el enorme brasero donde se achicharraban las víctimas engullidas por el dios.
Los Patckoi, dioses lares fenicios, eran representados en pequeñas estatuillas de vientre esférico y colocados en las mesas, entre las viandas. También eran llevadas por los navegantes, para que los protegieran contra los riesgos del mar.
Pero entre todos los dioses fenicios ninguno tuvo más adoradores ni más templos que Moloch, dios de los ammoneos, a quien se identificaba con Baal.
Deidad maléfica, cuya estatua se levantaba en todos los puertos a los que alcanzaba la influencia fenicia. Se le inmolaban víctimas humanas durante ceremonias espantosas por sus aullidos y por sus livideces.
Por el mismo Plutarco se sabe que los fenicios sacrificaban sus propios hijos a un dios que Plutarco llama Saturno, y que no era otro que el terrible e insaciable Moloch.
Todavía a Aníbal le fue reclamado su hijo para ofrecerlo a la sanguinaria deidad. El famoso héroe contestó, a escribir de Silio Itálico, que enviaría romanos, cuya inmolación sería más agradable al dios.
Todas las representaciones de Moloch eran espantosas, de un arte bárbaro y primitivo, generalmente en bronce y huecas, para que su interior pudiera ser el enorme brasero donde se achicharraban las víctimas engullidas por el dios.
Los Patckoi, dioses lares fenicios, eran representados en pequeñas estatuillas de vientre esférico y colocados en las mesas, entre las viandas. También eran llevadas por los navegantes, para que los protegieran contra los riesgos del mar.
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