jueves, 12 de septiembre de 2013

Fenicia

País del Próximo Oriente en la Antigüedad, situado en la costa del actual Líbano, con extensiones hacia el N por Siria y hacia el S por Israel. Habitado por los fenicios, pertenecientes al grupo semítico. Importante históricamente por su decisiva contribución a la invención de la escritura alfabética y por sus navegaciones hacia el Mediterráneo occidental que pusieron por vez primera a los pueblos de sus costas en contacto con una civilización desarrollada. El territorio de F. era pequeño, una estrecha faja litoral limitada por la cordillera del Líbano, con posibilidades agropecuarias escasas. Pero, en cambio, constituía una importante encrucijada natural, centro de las vías que enlazaban a los pueblos más importantes de la época: rutas de Egipto al Asia Menor y de Mesopotamia al mar, con facilidades de contactos marítimos con Creta y las islas del Egeo. Esta situación determinó buena parte de su historia y condujo a la creación de una civilización con influencias variadas: egipcias, mesopotámicas, sirias. Asimismo facilitó el carácter artesano y comerciante de sus habitantes, y sus actividades marineras estuvieron favorecidas por la posibilidad de obtener madera de primera calidad: los cedros del Líbano, primera materia rara en el antiguo Oriente.


F. estaba constituida por una serie de ciudades-puerto, siendo las más importantes, de N a S, Aradus (Ruad), Trípoli, Biblos, Berytus (Beirut), Sidón, Tiro y Atlit. En época anterior al clásico florecimiento fenicio (1 milenio a. C.) hay que añadir Ra's Samra, antigua Uga­rit . Todas ellas estaban organizadas en el régimen de ciudad-estado, es decir, con organización política independiente. Hasta mediados del siglo pasado la historia de F. sólo se conocía a través de las referencias de la Biblia, en especial en las épocas de David y Salomón, y por los textos de autores griegos y latinos; éstos reflejaban sobre todo los últimos siglos de su historia. Hoy se poseen muchos más datos procedentes de las fuentes epigráficas y papirológicas egipcias, de las tabletas cuneiformes mesopotámicas y de las inscripciones hititas, que reflejan las relaciones entre los diversos países citados y F., así como, sobre todo, por las excavaciones efectuadas en su propio suelo, especialmente desde la misión francesa de Ernest Renan en 1860; destacan las excavaciones de Biblos y en menor escala de Sidón y de Tiro. Además, las fases más antiguas, prefenicias en buena parte, han sido reveladas por las excavaciones de la ciudad de Ra's Samra (antigua Ugarit), en la costa meridional Siria. El descubrimiento del mundo micénico ha permitido conocer las relaciones entre las primeras fases de la historia griega y fenicia. No hay que olvidar que para el conocimiento global de F. han sido básicas las investigaciones llevadas a cabo en el Mediterráneo occidental (sur de España, norte de África e islas de Ibiza, Cerdeña, Sicilia y Malta), que revelan aspectos apenas entrevistos de la acción fenicia en Occidente. En este aspecto, las novedades de los últimos años son importantes. El conocimiento de la historia de F. está, pues, en un proceso de franca renovación. Los fenicios de Málaga fue una de las colonias comerciales fundadas por los fenicios de Tiro, desde el siglo VII AC, éste periodo tuvo una duración aproximada según algunas fuentes , del 770 al 550 AC. Debido a las buenas condiciones para el atraque en su puerto natural al pie del monte Gibralfaro y la gran cantidad de yacimientos de plata y cobre, siendo bautizada con el nombre de Malaca. Entre las actividades económicas que esta colonia desarrolló, hay que hacer referencia a las industrias pesqueras destinadas a la producción de púrpura y a la salazón; y llegaron a acuñar moneda. 1. Orígenes. La costa que ocuparon los fenicios estuvo habitada desde tiempos remotos. Antes del V milenio aparecen vestigios de poblaciones neolíticas en Biblos, con cerámicas de tipo impreso. Sigue una cultura de clara influencia mesopotámica, que enlaza con la fase de Hassuna, con cerámicas pintadas, y más tarde se observa la influencia de las de Tell Hala. Se ignora a qué tipos de población cabe atribuir estas culturas, pero todo parece indicar que se trata de grupos asiáticos, quizá procedentes del noroeste del Irán y de la Alta Mesopotamia. La llegada de los pueblos que pueden enlazarse directamente con los que después serán llamados fenicios puede situarse en torno al 3000 a. C. Se trata de grupos de lengua y estirpe semíticas, de tradición nómada, que acaban fiján­dose en la zona costera de F. Muy pronto el territorio interesa a los egipcios. A partir de poco después del 2000 a. C., durante la XII dinastía, la presión egipcia se manifiesta no sólo en los intercambios comerciales son frecuentes los hallazgos de objetos egipcios en los niveles correspondientes de las ciudades fenicias de esta época, sino también en el establecimiento de una especie de pro­tectorado. Sin duda, dichas actividades comerciales con el país del Nilo fueron un elemento clave en los inicios de la prosperidad económica de las ciudades del litoral cananeo. Las invasiones de los hicsos, en el s. XVIII a. C., rompieron la posibilidad de continuación, pero con la XVIII dinastía egipcia la expansión faraónica hacia las costas asiáticas se hizo de nuevo intensa. Los reyes de las ciudades fenicias pasaron a ser vasallo s de Egipto, aunque la hegemonía egipcia se viera comprometida por la expansión de los hititas. Entretanto, a pesar del predominio faraónico, las relaciones de F. con otros países no cesaban: tráfico de caravanas con Mesopotamia o Anatolia y la Alta Siria, navegaciones a Chipre, centro productor de cobre, y relaciones con el mundo cretense y micénico. En los aspectos culturales, se observa igualmente que la presión egipcia, política y económica, no alcanzó tal influencia como para hacer desaparecer las manifestaciones peculires del país. Así, como hemos de ver en seguida, los ensayos de crear una escritura alfabética ya en el 11 milenio se hacen basándose en los signos cuneiformes mesopotámicos y no en los jeroglíficos egipcios. Este periodo se cierra con las invasiones de los llamados «pueblos del mar» que tienen lugar hacia el s. XII a. C., cuando se produce el cambio económico que lleva consigo la difusión del hierro como metal básico. Varias ciudades de F. son destruidas (Ugarit-Ra's Samra, Biblos, Sidón). Se trata del mismo fenómeno que produce la decadencia del mundo micénico, el hundimiento de los hititas como gran potencia, etc. Cuando poco después las ciudades destruidas se reconstruyen, destaca Tiro como centro principal. A pesar de la gravedad de la crisis, la acción destructora de los «pueblos del mar» abrió nuevas posibilidades para F., ya que hundieron el poder micénico y debilitaron a Egipto. En tales condiciones, los fenicios se hallaron con el Mediterráneo abierto a sus exploraciones y navegaciones comerciales. Es precisamente después de la crisis del s. XII a. C. cuando comienzan las aventuras fenicias en el Mediterráneo occidental, como hemos de ver en seguida. Entre los s. X y VI se fundan las ciudades y factorías coloniales que dieron gran fuerza económica a las ciudades fenicias. Bajo Hiram I de Tiro (970-936), a través de un acuerdo con Salomón, rey de Israel, obtuvo facilidades para usar un puerto del mar Rojo, desde donde las naves fenicias podían comerciar con las costas del África oriental y de Arabia, el famoso país de Ofir de las fuentes bíblicas. También en el mismo periodo los tirios aportan materiales y técnicos para la construcción del Templo de Jerusalén. Pero F. era militarmente débil, y cuando alguno de sus vecinos manifestaba ansias de expansión imperialista, no cabía posibilidad de resistencia eficaz. Liberado el país del peligro de absorción por parte de egipcios o de hititas, cayó en el área de conquista asiria, la nueva potencia que desde el s. VIII manifestó su interés por dominar las costas asiáticas del Mediterráneo. El rey asirio Salmanasar 111 (858-824) obligó a pagar tributo a las ciudades fenicias, y el mismo Hiram de Tiro, a pesar de su esplendor, tuvo que tributar a Tiglatpiliser III. De la dependencia economica se pasó a la política. Sargón 11 (721-705) Y Senaquerib (704-681) conquis­taron una tras otra las ciudades fenicias. Sólo quedaba libre Tiro, pero, después de un saqueo en la época de Assaradón, cayó en manos de Asurbanipal tras un duro sitio seguido de saqueo. La decadencia asiria a fines del s. VII a. C. pudo parecer la posibilidad de la vuelta a la antigua libertad urbana, pero el nuevo Imperio de Babilonia resucitó, quizá con mayor ímpetu, las ambiciones asirias. Nabucodonosor 11 de Babilonia (v.; 586-573) sometió Tiro después de un sitio famoso que se prolongó por espacio de 13 años, aprovechando la ciudad su posición defensiva en un islote frente a la costa. Fue el final de su época de gran esplendor. Cayó después, con las restantes ciudades fenicias, en poder de los persas, que integraron F. dentro de la quinta satrapía. Cuando la conquista de Alejandro Magno, fue Tiro la única ciudad fenicia que opuso seria resistencia, pero cayó después de un sitio que terminó en el 332 a. C. A partir de esta fecha, F. siguió el destino de los restantes territorios del Mediterráneo oriental, es decir, se incorporó al mundo helenístico, y se produjo el fenómeno general de la helenización, que no consiguió borrar del todo, sin embargo, las características locales. El periodo helenístico fue favorable a las ciudades fenicias, porque la consiguiente apertura comercial les permitió de nuevo desarrollar con amplitud sus actividades a través de los puertos, actividades que continuaron también bajo el dominio romano, cuando los «negociantes sirios» (en realidad los fenicios de siempre) estaban presentes en todos los puertos importantes del Mediterráneo. 2. Estructura social. A pesar de las diversas dominaciones políticas, F. mantuvo su carácter peculiar a través de casi dos milenios, desde el 11 a. C. hasta entrada la época imperial romana. La lengua fue siempre el fenicio, perteneciente al grupo semítico. La religión, aunque con contactos íntimos con los grupos semíticos vecinos, tiene matices propios. Las actividades artesanas y comerciales, que dieron a las ciudades su fuerza económica, no dejaron de tener, a 10 largo del periodo señalado, características muy parecidas. Se ignora en detalle el proceso del paso del sedentarismo primitivo,a la vida urbana en las ciudades costera s de F. A partir de mediados del milenio (del que no hay documentación sólida), las ciudades se organizan en forma de ciudad-estado, independientes por tanto entre sí, constituyendo la unidad política el área urbana de cada ciudad con un reducido territorio a su alrededor. Todas tenían régimen monárquico, al parecer hereditario, y se conservan algunas listas dinásticas. La hegemonía de una ciudad sobre las restantes, como es el caso de Tiro en el s. x , no comportó conquista ni siquiera unificación. No hay datos que permitan suponer la existencia, en determinados momentos, de confederaciones de ciudades con tendencia unitaria. La hegemonía se manifestó sólo en aspectos morales y económicos, nunca en dominio político ni deseo de conquista. En el interior de las ciudades, por debajo del monarca, se conoce la existencia de consejos de ancianos, con poder importante. Pero al parecer se trata de un fenómeno tardío. Su auge corresponde a la época" del dominio persa, cuando se manifiesta una clara tendencia a que el poder monárquico se sustituya por el de la oligarquía. Incluso, quizá en algún caso, se llegó al desplazamiento de los reyes. Se trata de un proceso similar al que sufrieron antes las ciudades griegas, y que, en el caso de F., ignoramos si fue debido a presiones internas o intervino también la influencia helénica. El consejo de ancianos reunía a los jefes de las familias aritocráticas, que, a su vez detentaban el principal papel económico. La aristocracia fenicia tuvo que basar su fuerza, a falta de amplias tierras, en la fabricación de productos artesanos y sobre todo en el comercio marítimo. Dadas estas condiciones y la estructura interna de las ciudades fenicias, es evidente que esta clase social tenía que jugar un papel primordial, ya que la vida económica de la ciudad dependía del desarrollo de los indicados negocios. En este sentido las ciudades fenicias pueden compararse a la Atenas del s. VI a. C. (antes de las refor­mas democráticas) y en cierto modo a las ciudades marítimas medievales del Mediterráneo. 3. Cultura y arte. En el aspecto cultural la aporta­ción más destacada fue el alfabeto. Las excavaciones de las últimas décadas en Ra's Samra han permitido conocer la existencia de un alfabeto que utilizaba signos cuneiformes, de origen mesopotámico, usado a mediados del milenio para escribir una lengua semítica, precedente directo e inmediato del fenicio de la época clásica. La mayor parte de estos textos son poemas religiosos. La inscripción del rey Ahiram de Biblos muestra que en el s. XIII a. C. la escritura fenicia había alcanzado ya su forma casi definitiva, y en los primeros siglos del I milenio existen varios testimonios de inscripciones con el sistema completo, de 22 signos. El descubrimiento influyó sobre todos los pueblos que rodeaban F., y es de especial importancia el que los griegos 10 adoptaran, previas las necesarias transformaciones. Menos originalidad manifestaron en las artes plásticas, en las que se revela un cruce de influencias: en primer lugar de Egipto y de Mesopotamia, pero también de Siria y los hititas. La arquitectura monumental y doméstica es mal conocida, como consecuencia del acierto que tuvieron en la elección de los emplazamientos de las ciudades, pues la mayoría de ellas han subsistido hasta hoy o por 10 menos hasta época romana- y, por tanto, los vestigios principales han sido borrados por construcciones posteriores, pero no se observan grandes novedades. Los templos siguen el esquema de los asiáticos, con altar al aire libre, rodeado de un gran patio porticado, con dependencias secundarias en torno. La casa no adoptó el tipo de patio central hasta que se impuso la influencia helenística. Las murallas se distinguen por sus buenos paramentos de grandes sillares. En cuanto a la escultura se conocen pocas muestras de tipo monumental en piedra. En cambio, son frecuentes las estatuillas de bronce y de tierra cocida. En la primera época, hasta el s. v a. C. muestran su filiación sirio-babilónica o egipcia, mientras que a partir de esta fecha se aprecia el proceso de helenización. La casi totalidad de la escultura es religiosa, salvo los sarcófagos. Más importancia y relativa originalidad alcanzan las artes decorativas, entre las que destacan la metalistería y los marfiles decorados. Son típicos los grandes platos argénteos, con su parte interior completamente ocupada por relieves e incisiones con escenas religiosas, en algún caso también de guerra o de la vida diaria, con un tema central y el resto alrededor, en forma de friso continuo. Los marfiles decorados son, bien placas para aplicar a muebles, cajas de madera, etc., bien objetos de uso diverso, como peines. Las decoraciones, incisas, muestran por regla general figuras de animales de clara tradición estilística asiática. El momento de mayor esplendor de estas manifestaciones en metales noble.s y marfil son los s. IX a VI. Otras producciones de artes menores caben mejor en el capítulo de las industrias. 4. Industria y comercio. 

Las actividades industriales en F. fueron muy importantes, pues estaban en la base de su comercio, que era fundamentalmente de intercambio. Entregaban objetos manufacturados en los mercados indígenas del litoral mediterráneo, a cambio de materias primas que habían de ser utilizadas en su propio país o revendidas en los mercados orientales. La industria textil era famosa. Tenía por base el algodón egipcio y la lana asiática, valorándose en especial las telas teñidas con púrpura, líquido extraído de un molusco marino (murex) que se obtenía en las mismas costas de F. Residuos de dicha producción son los grandes amontonamientos de conchas existentes en los alrededores de Sidón y otras ciudades. Las telas purpúreas fueron muy apreciadas en todos los mercados de la Antigüedad, y la industria se mantuvo floreciente incluso durante el periodo imperial romano. Aprendieron de los egipcios la técnica de la pasta vítrea, materia translúcida, opaca, con la que obtenían combinaciones de variados colores. Se aplicaba a la fabricación de pequeños recipientes, para contener perfumes, así como para elaborar cuentas para collares. Ambos tipos se hallan muy difundidos entre los ambientes indígenas del Mediterráneo occidental, prueba del éxito que alcanzaron en las transacciones comerciales. El desarrollo de las técnicas del vidrio explica que ya en época romana, en el s. I a. C., tuviera lugar en F. o sus inme· diaciones el descubrimiento del vidrio soplado. No se limitaron a estas industrias de tipo artes menores. Como consecuencia de su vinculación a las actividades marítimas, inventaron --o por lo menos generalizaron un sistema para conservar el pescado, convirtiéndolo en una pasta, llamada garon por los griegos y garum por los romanos, que jugó un importante papel en el proceso de la alimentación de los pueblos del Mediterráneo antiguo. La riqueza pesquera de las aguas del extremo occidental del Mediterráneo, en especial en torno a Málaga, les indujo a crear factorías de garum en las colonias occidentales, que se mantuvieron en pleno auge hasta el fin de la época romana . 5. Expansión marítima: colonización y comercio. Hemos señalado que las condiciones geográficas de su país predisponían a los fenicios al comercio marítimo y que la exigüidad del territorio obligaba a la emigración del excedente demográfico, no muy numeroso, pero de difícil cabida dado el número limitado de ciudades. Los griegos consideraban a los fenicios como sus predecesores in· mediatos en la aventura colonial hacia el Mediterráneo central y occidental, y algunos de los escritores helénicos recogen la tradición según la cual las navegaciones fenicias hacia Occidente comenzaron en tomo a la época en que tradicionalmente se suponía que tuvo lugar la guerra de Troya, es decir, hacia el 1100 a. C. La investigación arqueológica reciente ha revelado que los contactos marítimos entre ambos extremos del Mediterráneo son muy anteriores. Ya durante el 111 milenio grupos del Levante mediterráneo llegaron a las islas occidentales y a la península Ibérica atraídos por los metales (oro, plata, cobre, estaño), y también, antes que los fenicios, los navegantes micénicos habían alcanzado, por lo menos, las costas de Sicilia. Cuando se inicia la expansión fenicia, el recuerdo de tales navegaciones se había perdido en buena parte, y para la tradición clásica era como un principio. Según la misma tradición, las primeras fundaciones fenicias en Occidente fueron tres ciudades: Utica, en la costa norte de Túnez, Gadir (Cádiz), entonces todavía un islote junto a la costa, y Lixus, en el litoral atlántico marroquí, junto a la desembocadura del Lucus, a 3 Km. de la actual La rache. Sin embargo, en ninguno de estos tres puntos, ni en otras fundaciones coloniales, los hallazgos materia­les obtenidos hasta el presente se remontan a una fecha tan elevada como la citada tradición manifiesta. Los más antiguos pertenecen al s. VIII o como máximo al IX a. C. esta parece ser la época del florecimiento de la colonización. No se sabe si entre los s. XI Y IX existió un comercio menos intenso, que no ha dejado rastros tan visibles, o se trata de una exageración de los antiguos. Ambas hipo tesis han tenido defensores. En todo caso, a partir de los s. XI-VIII los fenicios establecen dos tipos de centros de colonización: las ciudades y las factorías. Las primeras constituían verdaderos núcleos urbanos, con aportaciones demográficas de colonos de alguna densidad, en ciertos casos francamente numerosos, como sucedió en Cartago, en Utica, en Cádiz, en Lixus, en las ciudades de Cerdeña (Nora, Cagliari, Sulcis, Tharros y Olbia), en Sicilia (Motia, Palermo, Solunto) o en Ibiza. Las factorías eran originariamente puntos de apoyo para la navegación, que necesitaba de frecuentes escalas, así como centros de intercambio comercial, habitados por escaso número de colonos. Fueron, evidentemente, más numerosas que las ciudades, pero jugaron un papel importante en el desarrollo del tráfico comercial. Dejaron un menor reflejo en la tradición escrita clásica, de forma que sólo. se conocen bien en los casos en que se han podido hacer excavaciones. Fueron numerosas en toda la costa africana al O de Cartago y alcanzan hasta el islote de Mogador, en la costa meridional de Marruecos. En Andalucía destacan la de Almuñécar, en el litoral de la provincia de Granada, cuya necrópolis, de los s. VII-VI, se ha descubierto recientemente, y otras en las inmediaciones de Vélez Málaga, en curso de investigación. Sabemos que existió otra importante en Adra (cuyo nombre romano fue Abdera), al O de Almería. Para la creación de estas factorías se elegían de preferencia islotes, pequeñas penínsulas, en función de sus facilidades defensivas frente a posibles ataques de los indígenas, o las inme­diaciones de playas abrigadas que ofrecieran buenas con· diciones marineras. Sin duda, la mayoría de las ciudades fueron previamente factorías de este tipo que, con el tiempo, adquirieron importancia y recibieron nuevos grupos de colonos, hasta alcanzar categoría de verdadera ciudad. FENICIA Rutas de navegación de los fenicios El área de la expansión fenicia occidental fue, por una parte, la costa del norte de África, desde el actual estado de Libia al E hasta Mogador ala, y, por otra, las islas de Malta, Sicilia (sólo la parte occidental), Cerdeña (principalmente en sus costas meridionales y occidentales), Ibiza, y el litoral andaluz, es decir, con una clara tendencia al Mediterráneo sur, mientras que paralelamente los griegos se establecían y dominaban comercialmente los sectores del centro y del norte. La rivalidad entre ambos grupos no pasó del ambito económico, y no se conocen choques armados entre griegos y fenicios por el dominio del territorio o de los mercados occidentales. Las luchas bélicas tuvieron lugar sólo cuando los cartagineses intentaron dominar Sicilia, acontecimiento que representa algo distinto del proceso histórico propiamente fenicio. Las relaciones entre Cartago (v.) y las antiguas colonias fenicias de Occidente plantean un problema especial, que hoy comienza a entreverse bajo nuevas perspectivas. Cuando Cartago comenzó a destacar como la más importante y vital de las fundaciones fenicias, se establecieron ciertas relaciones de hegemonía de los cartagineses frente a los restantes colonos de otras ciudades y factorías. La historiografía tradicional ha considerado que, a partir del s. VI a. C., y más marcada mente desde el s. V, Cartago pasó a dominar todo el mundo fenicio occidental. Incluso se suponía que las relaciones comerciales entre Fenicia y sus antiguos establecimientos se habían cortado. Pero las cosas parecen haber sido más complejas. Es Cierto que algunas colonias occidentales cayeron bajo la órbita de los cartagineses --caso de las de Cerdeña-, o incluso que Cartago fundó nuevos establecimientos, como Ibiza. Pero las relaciones de las viejas ciudades con la madre patria F. se mantuvieron después de los s. VI-V, y el supuesto dominio directo cartaginés sobre las ciudades coloniales de Occidente no parece claro. Los hallazgos arqueológicos recientes revelan una clara diferencia de matiz entre el área más próxima a Cartago, que comprende Sicilia, Cerdeña, Ibiza y quizá el extremo sudeste de la península Ibérica, así como, naturalmente, las costas tunecinas, y el área más occidental. En la primera se hallan rasgos similares a los de la metrópoli cartaginesa, mientras que en la segunda perduran los materiales de tipo fenicio, sin que se aprecien cambios notables producidos por la influencia cartaginesa. Así, en el área más occidental, que podríamos llamar del estrecho de Gibraltar, no se hallan dedicaciones a Tanit, ni santuarios con ofrendas humanas, las acuñaciones monetarias no siguen los tipos de Cartago, ciertas formas de tumbas son distintas, etc. De ello se deduce que esta zona se mantuvo más al margen de Cartago de lo que hasta ahora se había creído, continuando sus relaciones con F., a pesar de los avatares desfavorables sufridos por Tiro. En definitiva, los llamados mercaderes sirios de época romana imperial no eran otros que los fenicios con un nuevo nombre.

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